La vaca

Hace tiempo que no paso por aquí a escribir. No he tenido ganas.

De pequeña tenía el deseo de tener una vaca. Mis padres y yo vivíamos en un piso en un edificio de 3 plantas en una pequeña aldea muy verde, muy bonita, enfrente de una iglesia. Desde la terraza escuchaba todos los días el sonido de las campanas y en esa terraza volaba mi imaginación jugando con mis muñecas. Algunas tardes les ponía deberes, les daba clases y les corregía exámenes. Otras montaba un hospital que ocupaba toda la casa. El baño era el quirófano, y en cada habitación había muñecas recuperándose de sus males. Las alimentaba, las cuidaba y les enseñaba las cosas que yo aprendía en el cole. En aquel entonces pensaba que los profesores eran personas muy sabias que lo sabían todo, y por eso enseñaban a los demás.

Sobre la pared de mi cama lucía un póster que mi madre me regaló de una niña y una vaca. En mi cabeza mi deseo tenía sentido y tenía todo muy bien pensado. ¿Por qué no iba a poder tener una vaca en un piso? Podía dormir debajo de mi cama y le enseñaría a hacer caca en el wc. Era sencillo. ¿Por qué mi madre no lo entendía?

El otro día, le envié a mi madre la foto que acompaña este post y solamente dijo: has cumplido tu sueño! Aquí os la dejo. Me recordó mucho a aquel póster que tuve de niña.

Anterior
Anterior

Una es de donde la valoran

Siguiente
Siguiente

La imagen como espejo