… trabajo con la mirada
Vengo hoy a escribir a este blog, tras un año entero sin venir por aquí… El por qué podría ser muy largo. No es que hayan dejado de pasar cosas, es que no he sentido las suficientes ganas de contarlas. Sin embargo hoy quiero compartir algo sobre la mirada y lo importante que ha sido y es para mí. La mirada externa mal gestionada en la infancia puede convertirse en un peso muy grande, puede afectar a quienes somos y cómo nos sentimos, e incluso hacernos sentir aceptadas o rechazadas, reconocidas y vistas.
Desde que tengo recuerdo, he sido una persona observadora. Por algo heredé unos ojos grandes para poder observar todo lo que me rodea con curiosidad, y aunque creo que esa curiosidad forma parte de mi carácter, también creo que está directamente relacionada con mi interés por la fotografía. Ese “mirar por un agujerito” que es asomarse al visor de la cámara, observar, esperar a que algo pase y disparar, alimenta esa curiosidad que tengo por todo desde bien pequeña. Me apasiona descubrir cómo se transforma ese mundo cotidiano que me rodea, por cerca que esté, se vuelve apasionante y sorprendente.
Hace unos días dando un paseo por una playa cercana volví a sentir esa sensación tan real de que sólo mi mirada puede cambiar lo cotidiano, lo conocido y darle una luz diferente y una nueva perspectiva. A lo largo de mi vida me ha pasado muchas veces que he sentido que a ratos descubro mi poder de cambiar el foco de lo que tengo delante, a veces de forma inconsciente y espontánea convirtiendo en un regalo, en una sorpresa, aquello que creía ya muy visto, que de pronto se vuelve algo extraordinario, diferente, repleto de esa belleza que de golpe cobra todo su esplendor en mi retina.
La mirada es para mí lo más profundo que me regala la fotografía, esa explicación de para qué se hizo esa foto y en qué momento, ese mensaje subliminal que toda fotografía tiene que habla de quien la ha realizado y que delata tanta información acerca del fotógrafo. Esa historia que de forma instantánea nos atrapa.
La mirada transforma, la mirada tiene el poder de reparar, sanar y de buscar nuevas formas de respondernos a nuestras preguntas.
Por eso, yo he llegado a la conclusión maravillosa de que “no trabajo con la imagen, trabajo con la mirada”.